Desde Lanjarón se sale por la A-348 hasta Órgiva, otro de los grandes núcleos de población de las Alpujarras, situado en el fondo del valle. En la rotonda de entrada a Órgiva se gira a la izquierda para tomar la carretera que sube hacia el barranco del Poqueira y Las Alpujarras Altas. Empieza así una estrecha cinta de asfalto que recorre longitudinalmente la ladera sur de Sierra Nevada para dejar al desnudo la cruda realidad topográfica de esta tierra quebrada. El barranco del Poqueira es la zona más atractiva y fotogénica de las Alpujarras. El torrente nace a los pies del Mulhacén y se desploma hacia el fondo del valle salvando grandes desniveles de tonalidades ocres y verdes a los que se aferran tres pequeños núcleos urbanos de un blanco refulgente, aferrados a la ladera como acróbatas de cal.

De nuevo, el entorno de la carretera de acceso es el más alterado por las nuevas construcciones, que han afeado un tanto la imagen original del más alto de los pueblos del Poqueira. Pero también de nuevo apenas que el viajero abandone esa vía tan concurrida y gane a pie las callejuelas del casco antiguo reaparecerán las esencias de la vida alpujarreña. Esta se respira con especial intensidad en la plaza del Calvario, donde a diario juegan los niños, pasean las adolescentes, sestean los jubilados y se desgañitan los vendedores ambulantes. Junto a la plaza se levanta la iglesia de Nuestra Señora de la Cabeza, un templo sencillo del siglo XVIII en el que se conserva una Virgen donada por los Reyes Católicos. El Museo de Artes y Costumbres Populares Pedro Antonio de Alarcón, ubicado en una casa tradicional, nos descubre miles de objetos relacionados con la labranza, la industria textil y la antigua vida cotidiana en estos pueblos de montaña.